Una bella historia de amor
Carta de una madre.
“Una bella historia de amor”
Cuando enfermé de esclerodermia, se me planteó una situación muy difícil. Tuve que visitar muchos médicos, que intentaron diagnosticar algo conocido (para ellos), por ejemplo me dijeron:”que me había quemado sin darme cuenta”. Después de tocar muchas puertas por fin, conseguí un diagnóstico: Esclerodermia Morfea. Ya sólo el nombre me asustó y luego al ver la cara de mi médico de cabecera, un excelente doctor que no sabía qué era: me dijo: “Voy a leérmelo para saber qué es y también te lo leo para ti”. Vi la mala cara que puso cuando yo, con toda mi alegría le comuniqué que esperaba un hijo. A las 7 semanas tuve un aborto y los análisis después del diagnóstico indicaban, que podía deberse a un factor de coagulación asociado a la enfermedad. Lloré porque aparte de mis limitaciones por las manchas en la piel, pensé que me impediría ser madre.
Mi vida se hundió, por suerte y con ayuda de mi esposo pude superarlo. También volví a la consulta del psicólogo porque toqué fondo, físicamente mi cuerpo me decía que no podía más. Estaba herida, en mi cabeza temía el rechazo de los demás, no llevé falda en todo el verano, ni iba a la piscina, me acomplejaba el estado de mis piernas y eso que nadie se fijaba. Nadie me ha rechazado por mis manchas-lesiones, jamás me miraron mal en ningún lugar, pero yo me excluía como si fuera repugnante. Entonces me preguntaba ¿porqué a mí?, que había hecho mal para ser castigada. No hay castigo, me ha tocado esta enfermedad y es una oportunidad para aprender y crecer.
Mis complejos los he superado y mi esclerodermia está parada desde hace años. He sido madre de un niño precioso, que llena de alegría mi casa y mi vida de felicidad. Tengo un trabajo que me satisface y me ilusiona. Ahora doy gracias a Dios por haber pasado una crisis tan grande. Llevo mi esclerodermia como una característica más de mi persona, suelo decirlo en público para comunicar mi experiencia a otras personas como yo. No necesito tatuajes, ni piercings para ser especial, “mis manchas son únicas y así lo vivo yo”. Siento un respeto nuevo por mi cuerpo, que aún enfermo ha engendrado una nueva vida: y espero que engendre más. El dolor que sentí, la rabia, la impotencia me ha servido para replantearme mi existencia y valorar lo verdaderamente importante. Conozco mis limitaciones e intento centrarme en todo lo que puedo hacer. He conocido gente maravillosa, luchadora que han superado sus dificultades y siguen adelante ayudando a otros. Creo que tener esclerodermia me ha hecho mejor, más humana y a mis treinta y tres años, estoy más cerca del que sufre, he visto la falsa sensación de inmunidad que te da la juventud.”Mi vida es estupenda y tengo esclerodermia”.
Cuando decidí intentar de nuevo tener un hijo, quería cumplir un sueño anhelado durante mucho tiempo. Me habían diagnosticado esclerodermia un par de años antes, justo después de un aborto. Además tenia los anticuerpos anti-fosfolípidos muy altos, y eso producía abortos espontáneos. Así que con esperanza, ilusión y dejando a un lado el miedo y el dolor de la pérdida que tuve, fuimos a buscar el niño que tanto queríamos. El hijo de mi corazón, antes que de mi cuerpo; pues nació primero en mis sentimientos antes que su cuerpo se gestara en mi vientre.
Yo estaba trabajando desde hacía poco, lo dejé porque tuve que guardar reposo cuando empecé a manchar. Un par de amenazas de aborto, otro susto. Empecé a ir a embarazos de alto riesgo, donde siguieron mi embarazo y me controlaron estupendamente. En la cuarta ecografía la doctora vio al niño que se chupaba el dedo. Cada mes que avanzaba mi embarazo era un triunfo para mí, el primer trimestre, luego hasta la semana 20 en que la ecografía de alta resolución dijo que mi bebé tenía todo en su sitio. Así cada vez más alegre y segura de que la gestación se resolvería bien. En las últimas ecografías aquello parecía una fiesta, lleno de gente, con cámara de vídeo, de mi orgullosa hermana incluida. Tuve una amenaza de parto prematuro en la semana 34 que sólo fueron unas contracciones. Luego cuando se retrasaba mi querido hijo, en la semana 41 más 2 días ingresé para que me provocaran el parto. El gotero no me ayudó a dilatar y mediante una rápida e indolora cesárea vi por primera vez a mi hijo Marcos. Era grandote 4,04 gr y rubio. Con una carita de querubín que me dejó extasiada. ¡Ya estaba entre mis brazos! Gracias a la inestimable ayuda de mi marido, y del equipo médico del Hospital General de Alicante cumplí mi sueño. Sufrí desaliento y en algunos momentos me vine abajo, pensaba que no iba a ser posible tener un hijo biológico. Todo lo que padecí lo doy por bueno, y mañana mismo volvería a repetir, sino fuera porque tengo que curar bien la herida de la cesárea.
Mi bebé me ha traído felicidad y calor a mi corazón, además de mejorar mi salud, mes tras mes de gestación mis niveles en sangre mejoraban y ahora siguen normales. Me llena de alegría ver su sonrisa al despertar, observar como avanza y ver cómo se alegra a verme. Ahora comienza a balbucear ma, ma, pa, ba. Mi hijo ha venido a culminar la felicidad de mi matrimonio.
“Mi vida es estupenda y tengo esclerodermia”
Rosario Conejero Badenes.
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